sábado, 19 de febrero de 2011

El bendito masoquismo

A pesar de ser un vicio bastante dañino, nos enfocamos en hacernos daño una y otra vez, nuestro organismo pasa por encima de nosotros mismos, y el cuerpo pide y pide más y más, este quiere que chupemos humos, que inhalemos ese veneno letal, que nos castiguemos los pulmones cada 5 minutos.

No importa que nos duela la cabeza con fuerza, no importa que nos sintamos desganados y con mucho cansancio, no importa que no haya comida, ni algo rico que beber, lo importante es sentir el humo, oler lo feo que recibimos al aspirar, recibir esa ingrata sensación en el estómago al recibir la última bocanada de humo, nada importa, solo ser masoquistas.

Somos masoquistas sin remedio, tercos y obstinados y nos dejamos vencer por el bendito vicio, un pedazo de papel que envuelve un poco de tabaco, con un filtro químico dañino, esa pequeña cosa nos domina, nos idiotiza, nos somete, nos lleva de la lengua a traer el cenicero, a contaminar, a ensuciar la alfombra, el piso.

Creemos que mezclando la nicotina con la cafeina estamos tocando el cielo, esos dos sabores, esas dos mezclas, hum, delicioso, y resulta que es una mezcla letal y tramposa que engaña nuestros sentidos, ojo señor corazón, ojo señores pulmones, cuidado señora presión, tenemos un coctel explosivo que va mellando nuestro cuerpo, fatalmente, calladamente, lentamente, o testarudo msoquismo.

Ya basta de ser tontamente masoquistas, es hora de abandonar todo ese daño pasivo que recibe nuestro organismo y reaccionar ante un aire limpio, unos pulmones sanos, una vida plena, ya basta de un absurdo masoquismo idiota, es hora de dejar el vicio de una buena vez, es tiempo de vivir, de saborear, de volver a sentir, de acabar con esos riesgos inútiles que dañan nuestra salud,  fuera masoquismo futil, inane, insano.

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