Una de las características de fumar que mas lo marcan a uno, son las ojeras, aparentemente es algo que no apreciamos muy fácilmente, o que achacamos a el paso del tiempo, pero nada, fumar marchita el area debajo de los ojos, el humo va menguando la losania de la piel y luego de unos años del abuso del chicote, nuestro rostro refleja unas ojeras negras, casi como si nos hubieran agarrado a puño limpio.
Ni que decir de la resequedad de la piel, los quemones en el dedo con el que agarramos el cigarrillo y los daños al cabello, que se pone quebradizo y absorbe el aroma en directo.
El area nasal también se resiente, se generan pólipos nasales, que son una especie de bolsitas que generan infecciones frecuentes, pérdida del olfato y algo de dificultad para tomar aire.
La piel humana está expuesta a los efectos del humo del tabaco de manera directa, por contacto del humo, e indirectamente, por la llegada vía sanguínea de las sustancias tóxicas procedentes del humo del tabaco que aspiramos.
Un efecto directo del humo del tabaco y que es bien tóxico es la disminución de la hidratación del estrato córneo de la cara en las personas que aspiran el humo del cigarrillo, esto favorece los cambios físicos malignos que presenta la piel de esta parte del rostro, esto fomenta el desarrollo de arrugas.
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